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VIAJE AL VALLE DE AYORA
(por Toñi García Cabello)
 

 

El día diez de noviembre y con unas perspectivas climáticas estupendas después de varios días  de fuertes vientos, los componentes del tercer grupo de JUBICAM salimos camino al Valle de Ayora. El tiempo fue transcurriendo sin ningún tipo de incidencias y tras la parada de rigor llegamos a nuestro punto de destino atravesando extensos bosques de pinos y encinas, tan característicos  de la zona en la que teníamos que disfrutar estos cuatro días.

   

El hotel, que estaba compuesto por varios edificios con un jardín centralizado, debía su confi guración a haber sido con anterioridad las viviendas de los obreros de la central nuclear, por lo que existían una escuela y una capilla reconvertidas en la actualidad en salón y comedor.

  

Nos acomodamos y dispusimos tras la comida a visitar Ayora, incluida la cooperativa apícola donde probamos varios tipos de miel: romero, eucalipto, azahar, etc. y a través de un reportaje contemplamos tanto el proceso de su elaboración como también el de los productos cosméticos fabricados con la misma materia prima; por supuesto que adquirimos cantidades respetables de todos ellos.

  

Curiosa demostración fue la segunda visita en Jarafuel, al taller artesanal, donde una familia desde hace cien años transmite de padres a hijos el arte de hacer utensilios tales como bastones, horcas y artesanía en madera de brezo y de almez, árbol humilde que vive seiscientos años. Contemplamos entre otros objetos casi olvidados, tallas, bastones, así como juguetes que la tecnología ha puesto en desuso: trompas, tiradores, pero lo más simpático fue el sistema de modelar los bastones calentando la madera al horno en su punto hasta darle la forma deseada.

 

El día dos en Requena admiramos el esfuerzo e ingenio de nuestros antepasados remotos al construir cuevas subterráneas que destinaron a través de generaciones a distintos usos como guardar en enormes tinajas vinos, aceites y cereales.

 

En Utiel (aquí si que nos pusimos tibios) experimentamos la euforia de varios vinos y licores tras visitar las bodegas y recibir una espléndida exposición del proceso de fabricación del vino. Las instalaciones y el cuidado en el procedimiento de conservación son magníficos.

   

A última hora visitamos el castillo de Cofrentes, que está en restauración.

 

El tercer día fue sorpresivo, los que lo habéis vivido lo sabéis, pero insto a todos los que no  lo han visto que no se pierdan los Cañones del Jucar en visita fluvial; aquello sí que es vivir  la naturaleza y el reino animal en todo su silencio y esplendor: cuarenta minutos entre altísimos cortados en un barquito surcando limpias aguas azules que alcanzan una profundidad máxima de setenta metros, la arboleda en ambas orillas, la fauna de la zona, cormoranes, peces, patos, cabras etc., merecen ya el desplazamiento.

   

El último día fue destinado a la cueva de Don Juan y dos paradas en  miradores.

  

Finalmente regreso a casa.

                                                                                                               Fotos: Ramón Puche


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