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Toni Gil

EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO
Y PACO BERNABEU
(por Toni Gil)


Dicen que Alfred Hitchcock “firmaba” todas sus películas apareciendo fugazmente, por ejemplo entre la gente que iba a tomar un tren o a la puerta de un teatro; no he podido confirmar totalmente este extremo del gran maestro del suspense que llegó a dirigir nada menos que unas 54 películas.

Por otro lado, hace unas semanas se le ha practicado a nuestro Luis García Berlanga una especie de homenaje; menos prolífico –creo que no ha llegado a la veintena de películas-, parece que este sarcástico valenciano pone también su “firma” en todas ellas insertando el vocablo “austro-húngaro” en el dialogo de sus personajes.

Paco BernabeuEl imperio austro-húngaro, como todo el mundo sabe, fue un importante estado europeo que cabalgó entre los siglos XIX y XX, comprendiendo lo que hoy serían las naciones  de Austria, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y las regiones de Voivodina en Serbia, Bocas de Kotor en Montenegro, Trentino-Alto Adigio y Trieste en Italia, Transilvania y parte del Banato en Rumanía, Galitzia en Polonia y Transcarpatia en Ucrania. O sea, un auténtico puzle.

Si la primera “peli” de Hitchcock fue allá por 1922 y la de Berlanga en 1948, bien pudo éste haber mamado de aquel  la idea de firmar sus trabajos,  introduciendo esa cita tan estrafalaria como es la referencia a los austro-húngaros en general, a su imperio o a su ejército.

Y es que la “firma”, como cualquier  “gesto” puede ser algo realmente importante, significativo, peculiar, definitorio… pero también se corre el riesgo de que sea algo marginal, coyuntural, vacuo y efímero.

Los partidos políticos suelen practicar la dinámica del guiño, del amago, de la contorsión y del dribling.

Ahora me han sorprendido designando a don Francisco Bernabeu Penalva –Paco, para nosotros- como consejero general por la Generalitat Valenciana. Si se trata simplemente de un gesto, reciban ya de antemano mi silbido más estrambótico; si el paso siguiente es incluirle en el Consejo de Administración, tendrán mi aplauso más cálido.

Yo he sostenido siempre la opinión de que en los órganos de gobierno de las Cajas deberían estar representados sus jubilados: a falta de significados propietarios, aquellos que han dado decenas de años de actividad profesional son los que mejor las conocen, y sin duda los que más las aman.

Y habría preferido que Paco nos representara por otra vía estatutaria, pero me conformaré si finalmente esta designación no se queda en un gesto simbólico, en una “firma” emborronada.

Porque en el fondo de mi corazón espero que este imperio, a diferencia del de Sísí, permanezca en el tiempo.

agil@cam.es

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