Índice de Documentos > Boletines > Boletín Abril 2010
 

DON MIGUEL DELIBES 
(por Antonio Aura Ivorra)


     Naturalidad y cercanía: “Al fin dejé el Instituto. Me viene al pelo porque aquí no están desdobladas las clases ni hay permanencias. Veré de agenciármelas para hacer unas pesetillas por las tardes.” (15 agosto 1954, viernes).

     Cazador. Hasta la médula: “Malecio pasó la tarde en casa. Anduvimos recargando. Parece que lo de la codorniz es un hecho. Sacamos una mesa a la azotea y allí estuvimos a la fresca.  El perdigón sigue subiendo. Nos lo han cobrado a 22. Menos mal que para la codorniz ponemos media carga.” (20 agosto, miércoles).

     Entrañable: “Por la mañana fui al camposanto a llevar al padre unas flores. He oído que en el cementerio hay una plaga de conejos. Me alegra por el padre. Así podrá verlos corretear por entre las tumbas las noches de luna.” (2 noviembre, domingo. Las Ánimas).

Miguel Delibes     Cada día de su Diario de un cazador es una joya: lenguaje limpio, palabra precisa y frase concisa que, fruto de su envidiable conocimiento de la naturaleza y de la vida del medio rural, vuelca sobre el papel con sobriedad castellana y precisión sorprendente. Crea sus personajes liberándolos de oropel, labrando su realidad, su conmovedora autenticidad; los hace sólidos, creíbles, humanos, tanto que, inmersos en la lectura, los coges de la mano, convives con ellos, y -porque llegas a sentirlos- te entregan su alma y te acercan a la reflexión y a la rebeldía por los excesos, agresiones e injusticias que soportan. ¿Recuerdan a Paco, el Bajo, a la Régula, al Azarías y su milana bonita, de Los Santos inocentes… tal vez su obra más conocida por la atinada puesta en escena de Mario Camus?

     Siempre he tenido en gran estima a don Miguel Delibes. Como persona, por su comedimiento, y como escritor, uno de los faros de mi camino. Lo imagino sentado en una silla engrasando su escopeta y contando… Aprendió a utilizar correctamente los adjetivos en un texto de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues. Eso leí. Y debió ser así porque Don Miguel, que fue dibujante y caricaturista, y periodista -maestro de periodistas-, también fue Catedrático de Historia del Comercio en Valladolid. Así que algún manual de Garrigues pasaría por sus manos en su época de estudiante de Comercio. Casualmente, en Internet he encontrado la confirmación, expresada con gracia, además: “Los muchachos preferirían que les recomendase a Kafka o a Faulkner o a Camus que son los maestros que ahora privan, pero yo no lo hago así: los muchachitos que leen a Faulkner o a Kafka  o  a  Camus  se empeñan luego en escribir Las Palmeras Salvajes o El Proceso o La Peste, que da la casualidad de que ya están escritos. Leyendo a Garrigues, en cambio, no corren ese riesgo. Leyendo a Garrigues aprenderán a valorar los adjetivos y a escribir con frases justas, claramente y con sencillez, sin que en ningún momento les pique la tentación, creo yo, de redactar un curso de Derecho Mercantil.”

     Y, como a todos, le llegó su hora. Se nos fue el cazador que escribe pero nos queda su obra. Obra que, alimentándonos, le inmortaliza.

     Descanse en paz.

Volver