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A VIVIR, QUE SON DOS DÍAS(por Gaspar Pérez Albert)


     Por circunstancias de la vida me ha tocado vivir estos últimos años casi sin más compañía que mis recuerdos. Es decir, que vivo casi todo el tiempo solo, aunque, eso sí, en contacto permanente con mis pocos familiares más cercanos y algunas buenas amistades. Y para mejor soportar mi soledad, llevo a cabo, por decirlo de algún modo, distintas “actividades”: hago mis compras, paseo cuando puedo y me apetece, leo la prensa y algún que otro libro, escribo algunas pequeñas cosas, veo la televisión o escucho la radio, e incluso acudo a veces a presenciar algún espectáculo deportivo o teatral  o me reúno con amigos, de tarde en tarde, a comer o simplemente a charlar o tomar un café, etc…  Total, que no me aburro jamás, gracias a Dios.

     Y un buen día, oyendo la radio, escuché un programa titulado “A vivir, que son dos días”.  Era un espacio de noticias, actualidad, humor y en general de entretenimiento.  Pensé que el título que habían escogido era más que acertado, puesto que la vida pasa volando y es muy corta y por eso hay que disfrutar y pasarlo bien y esa era la pretensión de aquel programa radiofónico.

     Ciertamente, pensándolo bien, ¿quién no recuerda su infancia y adolescencia, su boda, el nacimiento de su primer hijo o cualquier acontecimiento importante de su juventud, como si hubiera ocurrido ayer mismo?  El paso de los años es muy veloz y así la vida resulta muy fugaz y precisamente por ello hay que vivirla bien y deprisa, sin perder el tiempo y aprovechando cada momento para gozar de ella. Por desgracia, no siempre se nos da opción a disfrutarla ni es un camino de rosas, sino todo lo contrario. Pero a cambio, el transcurrir de los acontecimientos, tanto personales como familiares o generales, nos es positivo para adquirir un buen bagaje de experiencias que nos sirven, una vez pasadas nuestras vivencias, buenas o malas, para poder exclamar aquello de “que nos quiten lo bailao”. Y deben servir, además, para intentar pasar el resto de nuestras vidas, dentro de lo que la salud nos permita, de la mejor manera posible y, aunque solo sean dos días, intentar aprovecharlos, sin pensar jamás que, de nuestros dos días, ya ha pasado, por lo menos, uno y medio. Tampoco hay que obsesionarse con eso, sino más bien llenar nuestro futuro, sea más o menos largo –Dios dirá-, de actitudes y vivencias alegres y positivas.

“A vivir, que son dos días”,

reza un dicho conocido

que invita a vivir la vida

del modo más divertido.
 

Es un mensaje aceptado

por las damas y los hombres,

tanto que ha dado su nombre

hasta a un programa de radio.
 

Todos piensan que es mejor

vivir siempre alegremente

y liberar nuestra mente

de toda preocupación.
 

Cierto es que muchas veces

no lo podemos lograr

y tenemos que aceptar

lo que el vivir nos ofrece.

Vivir no siempre es sencillo

y ante una dificultad

la habremos de superar,

allanando así el camino.
 

No es un camino de rosas

lo que depara el futuro

y hallaremos, es seguro,

situaciones enojosas.
 

Habrán momentos alegres

que habremos de aprovechar

y en nuestra mente guardar

su recuerdo para siempre.
 

Resultará el día a día

más o menos complicado,

mas con tesón y trabajo,

vencer supondrá alegría.

Deberemos esforzarnos

y dedicar todo el tiempo

a conservar lo que es bueno

y desechar lo que es malo.
 

Cuando corran buenos tiempos,

es lógico celebrarlo

y olvidar y no hacer caso

al llegar malos momentos.
 

Y así hemos de concentrar,

en la vida, todo esfuerzo

y nuestro mejor empeño

en hallar felicidad
 

para poder exclamar

con convicción y alegría:

“A vivir, que son dos días”

y de la vida gozar.


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