Tengo miedo a llegar al fin de todo
sin haber conseguido el fin de nada.
Miedo al no haber alcanzado la soñada
meta, de la ilusión en que me acodo.
Tengo miedo a ensuciarme con el lodo
que matiza el color de mi jornada,
a equivocar mi singladura, en cada
rumbo que escojo, en cada nuevo modo
con que sueñan mis falsas ufanías.
A no haber dado gozos, alegrías
y paz a tantos hombres, mis hermanos,
y, al llegar a la noche de mis días,
ver que tengo, desnudas y vacías
las macilentas palmas de mis manos.