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LA SANTA FAZ
(por Francisco L. Navarro Albert)

            Al despertar la mañana

nos fuimos de romería.

Unos, en la mano una caña,

de cuya punta surgían

ramas de olivo y romero,

símbolos de paz y armonía;

otros, desgranando un rosario,

entre plegarias y “vivas”

siguiendo al lienzo sagrado

que a todo el mundo reunía.

 

            Amaneció algo nublado;

el sol buscaba salida

para alumbrar el camino

que los romeros seguían.

Unos, en la mano una caña

otros, negros blusones vestían,

recordando a los huertanos

cuya fe sigue tan viva.
    

           Aunados, como hermanos,

junto a la Faz Peregrina

gente de toda clase

que -codo a codo- camina.

     

         “¡Faz Divina, Misericordia!”

se oyen gritos alentando

y, en esa fe que les anima,

siguen los peregrinos andando

en esta jornada festiva

que acaba en el Santuario,

morada por Cristo elegida.

Allí, donde los alicantinos

y quienes festejan el día,

acuden  pidiendo al Cielo

que  a sus familias bendiga.

 

Llega, al fin, La Peregrina;

la recibe el pueblo entero.

“¡Viva la Santa Faz! ¡Faz Divina!”

“¡Misericordia!”, responde el pueblo

con una sola voz, que lo afirma.

 

La gente se va agrupando,

comienza la Santa Misa

y, con fervor, va rezando

mientras la mañana termina.

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