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LA GITANILLA
     (por Fernando García Cabrera)     


     Hay muchas y variadas formas de iniciar un comentario. La Iglesia dice: En aquel tiempo…; el Quijote: En un lugar de la mancha, de cuyo nombre…; el novelista: En un país lejano…; pues bien, así inicio yo el correspondiente a “La gitanilla” primer libro de las Novelas Ejemplares.

     En un país lejano… de nunca acabar, vivía una criada que engañada por una gitana vieja que siempre la hizo pasar por nieta suya, -la gentil Preciosa, la Gitanilla,- es a los quince años la admiración de cuantos la oyen cantar y ven bailar. Honesta y prudente, rechaza todos los galanteos, hasta que un día en las afueras de Madrid se encuentra con un caballero que, diciéndose cautivado por sus encantos, solicita hacerla su esposa. La muchacha, para probar el amor del galán antes de aceptar su ofrecimiento, le exige como condición que se agregue a la tribu gitana con la que ella anda y que permanezca durante dos años viviendo con ellos. Conforme con semejante prueba, el joven entra en la poco honrosa compañía, que le rebautiza con el nombre de Andrés Caballero, y va recorriendo pueblos y ferias cada vez más loco por su amada.

     Pero en un lugar de la jurisdicción de Murcia, a tres leguas de la ciudad, se enamora de Andrés la hija de una mesonera y se le ofrece como esposa. Rechazada por él, la vengativa muchacha le esconde unas alhajas entre su equipaje y le acusa de ladrón, siendo preso después de haber dado muerte a un soldado que se atrevió a abofetearle.

     Cuando las cosas toman tan mal cariz que Andrés se halla en peligro de ser ahorcado, se descubre que Preciosa es la hija única del corregidor de la ciudad, don Fernando de Acevedo, y de su mujer, doña Guiomar de Meneses. Preciosa fue robada a sus padres siendo niña por la gitana que la crió y educó, y que su nombre es Doña Constanza. Averígüanse también el nombre y verdadera condición de don Juan de Cárcamo -el supuesto Andrés Caballero-, y todo termina felizmente, indemnizando al padre del soldado muerto, confesando su vengativo ardid la hija de la mesonera y casándose don Juan  con doña Constanza, la Preciosa y, como el del cuento, se casaron, fueron muy felices y nosotros nos quedamos con tres palmos de narices.

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