Índice de Documentos > Boletines > Boletín Julio 2010
 

 

PAQUITA

(por Ana Burgui)


- Ya viene Paquita

 

- ¿Quién es?

 

- Es la madre de Rosa, la de la habitación 520.

 

- ¿La chica del “coma”?

 

- Si.

 

Una enfermera en un hospital, ponía al corriente a la otra que se acababa de incorporar a esa planta.

 

- Hola Paquita, ¿cómo estás?

 

- Bien.

 

- ¿Te quedas esta noche también? Por lo que veo…

 

- Si

 

- Luego te llevo algo de comer.

 

- Gracias, eres muy amable, pero no tengo hambre.

 

Le sonrió y esperó a que pasara para comentarle a su compañera - Qué va a tener hambre, a su hija la desconectan mañana después de 12 años, lo han intentado todo.

 

Paquita llegó a la puerta de la habitación y con un cansado suspiro entró. Rosa, en la cama, conectada al respirador, elevaba su pecho suavemente, el gotero prendido en su muñeca le había producido un moratón, otro. Paquita le acarició el brazo, -Éste será el último- le dijo mientras rompía a llorar, le acariciaba la cabeza, la cara, ¡que delgada estaba! y la espalda, daba no se qué mirarla.

 

Fue hacia la ventana y la abrió un poco, que olor tan especial había allí. Se sentó junto a la cama y cogió la mano de su hija:

 

- Tengo tantas cosas que decirte que buscando el principio no encuentro nada, será que te he dicho tanto. Te he visto tus primeras canas, pero eso ahora da igual. No he traído el libro que te estaba leyendo…

 

Con la cabeza sobre la cama, ahogando sus gemidos Paquita lloró largamente, después el silencio.

 

La puerta se abrió despacio, casi sin hacer ruido. Julio asomó la cabeza y vio a su hija acostada con sus tubos y sus gomas como siempre, su mujer arreglaba las sábanas.

 

- ¿Que hay? -dijo- ¿No hay cambios?

 

- No - contestó Paquita sorprendida.

 

Julio se acercó a Rosa, estaba tan delgada y tan pálida que casi no recordaba a la muchacha que era antes, eran las fotos las que traían a su memoria el pelo de su hija, su sonrisa, la inclinación de su cabeza. En un gesto rápido y tímido rozó su mano con la de su mujer y volviendo rápidamente la cabeza se acercó a la ventana. Paquita confusa y sorprendida se quedó quieta unos instantes y luego se acercó a su marido, posó su mano sobre la de él y ante ese contacto Julio rompió a llorar y buscando el hombro de Paquita abrió sus brazos, su corazón, su mente y sus palabras contenidas, confusas y susurrantes se desbordaron de sus labios. Permanecieron unos minutos abrazados, luego él casi avergonzado se alejó unos pasos. Paquita se le acercó buscando sus manos y sus ojos se encontraron y con ellos se dijeron lo que completaba a las palabras. Después se sentaron a los lados de la cama de su hija, desvalidos, tristes y confusos, mirándose y mirando a Rosa.

 

- Mira su mano, Julio - dijo Paquita, casi en un grito ahogado, que veía sin poderlo creer cómo Rosa movía dos dedos.

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