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NOSOTROS SOMOS TAMBIÉN LA CAM
(por Pascual Bosque Tomás)
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No es lo mismo, son palabras de un escrito mío de algún tiempo atrás en el que defendía la idea de que las Cajas de Ahorros eran, ¿eran?, entidades que se diferenciaban netamente (origen, constitución, actividad) de cualquier otro tipo de empresas, incluyendo las financieras. Y eso de no es lo mismo se refería concretamente a mi convencimiento de que la mayoría -no todos, es verdad- de los jubilados de una Caja de Ahorros siguen sintiéndose vinculados a ella una vez finalizado el período activo. Yo decía entonces que estos “reservas” continúan perteneciendo al “club” y siguen el juego con verdadera afición. Opinan, y creen con todo derecho que en alguna medida cada uno tiene su parte alícuota de mérito en la construcción de esto que ha llegado a ser tan importante y tan grande.
Como en el clásico “decíamos ayer” hablamos de un largo período. Llevo veinticinco años tratando con jubilados de la CAM (obvio las denominaciones anteriores) y esto me autoriza a afirmar que desde que se creó nuestra Asociación, sus miembros venimos a ella cargados de vivencias imborrables, y cuando es oportuno las rememoramos e intercambiamos con satisfacción y, también, con un cierto orgullo. Y siendo así que, dentro de la madurez, en JUBICAM hay socios de todas las edades, también hay referencias de todas las épocas de la Caja, aún contando con las muchas fusiones que en ella han concurrido. Historias.
Sí, son historias interesantes, algunas contadas por testigos y partícipes directos en las mismas; son historias que vienen a cuento ocasionalmente, como retazos de algo que forma parte de un pasado personal, o como páginas sueltas de una biografía colectiva. Anécdotas, testimonios, recuerdos de casos curiosos, de casos notables, de realizaciones memorables a lo largo de la etapa de la Caja que cada uno vivió: aquel crédito que hizo posible la constitución de una familia; la creación de aquella pequeña empresa que luego alcanzó tanta fama; la financiación de obras públicas básicas, como la traída de aguas o la construcción del mercado de abastos; los, en su tiempo famosos, “préstamos sobre el honor”, sin intereses, que permitían establecerse profesionalmente a estudiantes que terminaban su carrera; las “Aulas de Cultura”, que hacían llegar a un pueblo, por primera vez, exposiciones, conciertos, conferencias…; las múltiples instalaciones deportivas; la creación subsidiaria, y su mantenimiento, de escuelas de primera enseñanza y dispensarios médicos; grandes bibliotecas; y pequeñas; la construcción de extensas barriadas de viviendas auténticamente sociales; los centros de protección del medio ambiente; la labor cotidiana en oficinas instaladas en poblados ínfimos, pedanías…etc. etc.
Más que historias son capítulos de una Historia, con mayúscula, que se empezó a escribir con plumilla y tintero, y se sigue haciendo con sofisticados instrumentos informáticos. Herramientas manejadas por estos miembros de JUBICAM que alardean de todo eso porque estuvieron allí. Porque ellos eran la Caja. Porque ellos son la Caja.
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Y después de escribir todo esto, se me ocurre pensar que no tengo ningún derecho a reclamar exclusivamente para los jubilados de Cajas de Ahorros ese sentido de pertenencia, de coparticipación en las realizaciones de sus entidades de origen. Es seguro que los hay en todas las ramas de la actividad empresarial. Creo que todos conocéis aquella anécdota de los dos obreros de la construcción que estaban realizando idénticas tareas; preguntados por su trabajo, uno respondió que estaba picando piedra; el otro dijo: estoy haciendo una catedral. Siempre ha habido, y siempre habrá, mentalidades de picapedreros y de constructores de catedrales.