Índice de Documentos > Boletines > Boletín Noviembre 2010
 

 

CAMINANDO SOBRE LAS HUELLAS DEL PASADO
(Crónica de un día Feliz)

                      (por Gaspar Pérez Albert)

     Recordando la denominada “Ruta Ecológica del Xirivell”, organizada por nuestra Asociación el pasado día 17 de Octubre, que recorrió caminos rurales y de montaña en las cercanías de Chinorlet, mi lugar de origen, se me ha ocurrido escribir estas líneas para agradecer, en primer lugar a Jubicam, haber tenido la deferencia de elegir mi pequeño pueblo natal para llevar a cabo tal ruta, honrándonos con la presencia de los senderistas.

 

     Al margen de mi gratitud, quisiera también expresar mis impresiones sobre aspectos puntuales, circunstancias y hechos ocurridos durante el desarrollo de la ruta.

 

     Observé que algunos participantes se interesaron –cosa lógica- por los puntos más significativos del camino, aunque solo fueran algo tan insignificante como algunas casas o cuevas derruidas cuya única importancia fue ser las primeras viviendas del lugar, en las que residieron los primeros habitantes de mi pueblo, o sea, que estas viviendas constituyeron su origen.  En definitiva, vestigios o huellas del pasado. Otros se interesaron por la flora y la fauna de aquellos parajes y hasta recogieron algunas hierbas de las que poseen propiedades medicinales; y los hubo que se atrevieron a buscar caracoles, a pesar del día seco y soleado. Y muchos admiraron un par de ardillas que curiosamente nos observaban desde la escarpada pared de la “cueva de la arena”. A propósito de esto, debo decir que la citada cueva, hoy en día convertida en un profundo barranco, con paredes verticales, producto de la ambición humana y de su afán de enriquecimiento, también fue motivo del interés y comentarios de algunos senderistas. Igualmente, se me hicieron preguntas sobre el manantial de agua de “El Almorquí” o sobre las canteras de piedra, que contesté con mucho gusto de la mejor forma que me fue posible.

 

Fotografía de Octavio Seva     La parada en Casas del Señor resultó gratificante tanto para aquellos que adquirieron sabrosos embutidos hasta agotar las existencias, como para otros que, mientras tanto, saciaron su sed y repusieron fuerzas para seguir, tomando un refrigerio en el bar contiguo a la carnicería. Y a todos en general dio un respiro a nuestros fatigados cuerpos, a mí en primer lugar, que tuve grandes dificultades para seguir al grupo, y por ello no puedo dejar de pedir disculpas. Está visto que no siempre es cierto aquello de “querer es poder”.

 

     En la etapa final, camino ya de Chinorlet, comenté con un compañero de ruta que aquellos caminos los recorrí de niño varias veces  a  pie, en  bicicleta, e  incluso  en  carro. Y él, que había vivido siempre en la capital, me comentó que recordaba cómo de pequeño veía pasar por su calle los carros del ejército, y le gustaba contemplar tal “espectáculo”. En el tramo del camino que en ese momento pisábamos todavía se notaban los surcos o carriles abiertos por el paso de carros hace muchísimos años, por ser casi el único medio de transporte en aquella época. También estos carriles vienen a ser huellas del pasado.

 

     Y todo esto me llevó a la reflexión de que sin este pasado, cuyas huellas nos resultan ahora tan insignificantes y carentes de importancia, no existiría mi pequeño pueblo, ni la Ruta Ecológica, ni la dichosa cueva convertida en barranco, ni fuentes, ni canteras, ni nada de nada y ni siquiera nosotros mismos. De ahí la importancia de no olvidar nunca nuestro pasado, y es muy de tener en cuenta siempre una frase de un famoso escritor y filósofo que decía, más o menos, algo así: “Si quieres salir corriendo del pasado, puedes entrar cojeando en el futuro”, metafórica expresión que nos advierte de la conveniencia de no olvidar nunca de donde venimos y mirar atrás de vez en cuando, es decir, recordar nuestras raíces. Hacerlo es un ejercicio muy sano que, por suerte, pude poner en práctica ese día, mientras recorría el camino junto a mi compañero de ruta.

 

     Al final, llegamos de nuevo al punto de salida. Allí nos esperaba una suculenta comida típica que todos degustamos con agrado y así se fue mitigando poco a poco el cansancio y creciendo un ambiente alegre y desenfadado entre todos los asistentes. Al término de la jornada, la Comunidad de Vecinos de Chinorlet hizo entrega al Sr. Presidente de Jubicam de un recuerdo del pueblo y a todos los asistentes de un ejemplar de un pequeño libro-guía de la Ruta. Todo un espléndido final a tan agradable jornada. Por mi parte, debo decir que me sentí reconfortado con el ambiente de alegría y confraternización de todos. En definitiva, para mí fue una inolvidable jornada que, agujetas y fatigas aparte, me llenó ciertamente de satisfacción y felicidad. Muchas gracias, Jubicam.

 

Volver