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   AL HABLA CON...
 GASPAR PÉREZ ALBERT
(por Vicente Esteve)


Lleva poco más de un año colaborando con sus escritos en el Boletín y lo hace tanto con artículos como con poesías, por lo que me ha puesto fácil la primera pregunta: ¿qué te cuesta más, escribir en prosa o en verso? Y esto es lo que responde:
– Por supuesto más el verso, mi verso. Pero la verdadera dificultad es encontrar el tema sobre el qué escribir. Cuando la inspiración llega todo es más fácil y prueba de ello es que una vez iniciado va saliendo como si escribiera la carta a un amigo, pensando en gente del campo, en gente mayor, sin necesidad de academicismos, por lo que considero que el resultado es bien acogido.

  

Me gustaría que desde el principio nos comentases tu “currículum literario” y tu afición tardía a la prosa y a la poesía. Nos dice:
– Estando en mi pueblo allá por el año 1998 ó 99, recordando el olor de la madreselva de cuando era pequeño, pensé: “estas experiencias se perderán si no son relatadas”; y por ello, en el año 2000, decidí relatarlo yo mismo. Iba escribiendo cosas sueltas y así surgió “El Olor de la Madreselva”, mi primer libro. Me enteré que iban a restaurar la torre del campanario de Chinorlet y propuse a la alcaldesa pedánea editarlo a beneficio de dicha obra, propuesta que aceptó con agrado. Una vez acabado, el problema era publicarlo ya que nadie nos ayudó. Bueno, uno por uno fui visitando a todos los nacidos en el pueblo que tenían negocios y conseguí que aportaran lo suficiente para su publicación. Para su presentación, en 2003, en el Polideportivo de Monóvar, se fletaron 2 autobuses desde la pedanía pagados por el Ayuntamiento. Siendo menos de 200 habitantes se agotaron los 500 ejemplares. Fue mi primera experiencia y la consideré un éxito. Poco tiempo después encontré un cuaderno con apuntes de cuando estudiaba y que hablaba de diferentes tipos de poesía. Un verano, residiendo en la playa, me atreví con este género y de ahí salió mi primer libro de poesía: ¿Por qué?, que, por cuestiones económicas lógicas se quedó sin publicar. Cierto día me dijo un paisano: –¿tú eres Gaspar?, estoy leyendo un libro tuyo por pura carambola pues ha llegado a mis manos a través de varias prestaciones. Me propuso ir a la tertulia que tenían los jueves en Alicante. Escribí un artículo para la ocasión y a partir de ahí me iban recordando cosas del pueblo, lo que dio pie a que escribiera mi segundo libro, también sin publicar. Acabé el segundo libro de poesía titulado “Reflexiones y Nostalgias” (¿por qué 2ª parte?) y finalmente me atreví con otro basado en unos 850 refranes con un verso a cada uno de ellos, además de dos libros más en verso y algunas poesías sueltas dedicadas a amigos y últimamente lo que he publicado en el Boletín.

  

No es mal bagaje para un aficionado. ¿De qué o de dónde te inspiras para tu obra
Pues te diría que de lo que observo que ocurre en la vida y me llama la atención. De lo que dice la radio, de lo que hacen las personas. A partir de ahí ya tengo tema. También encuentro inspiración en el léxico que hoy se emplea ya que me da pie a investigar. Sirva como ejemplo el verbo ningunear que yo no conocía y con sus acepciones de menospreciar, ignorar o desmerecer, construí junto con otras palabras del léxico actual, un artículo.

  

¿Desde cuándo colaboras en el Boletín de JubiCAM?
– Hará poco más de un año. Pasé un día por la Asociación y el anterior presidente Pepe Barberá junto con Antonio Aura me animaron a que enviase alguno de mis versos ya escritos. Cuando se jubiló José María Alonso, nuestro presidente actual, le dediqué un poema que se publicó en el Boletín y a partir de ahí ya me atreví con la prosa hasta hoy. Fue muy satisfactorio que mi escrito “El sentido común y la experiencia” fuese enviado a Madrid para la revista de la Federación de jubilados.

   

Considero que hay compañeros que quieren saber algo más del Gaspar escritor ¿qué nos cuentas de tu vida personal?
– Pues que nací el 9.04.41 en Chinorlet (pedanía de Monóvar), de padres agricultores con una pequeña tienda. Fui a la escuela hasta los 13 años y ayudaba a mi padre, y a mi abuelo Pepe, a comprar en los mercados para abastecer nuestro pequeño comercio. Pasé a una academia particular en Pinoso aconsejado por mi maestro D. José Avellá para hacer primero el Peritaje Mercantil y luego el Profesorado por libre, examinándome en la Escuela de Comercio de Murcia.
Con GasparLos siete cursos los hice en 4 años. En aquella época o trabajabas en el campo o tenías que emigrar. Me vine a Alicante y trabajé como auxiliar administrativo en un comercio de tejidos durante un año. Al fallecer mi madre, mi hermano, que también había ido a la misma academia que yo, me dijo que el profesor D. Marcelino Mira había abierto academia en Elche y nos reclamaba. Nos fuimos los dos a dar clases. Pronto descubrí que la docencia no era lo mío y pasé por la oficina de varias fábricas de calzado llevando la contabilidad, hice seguros, estuve en una autoescuela (o era ¿escuela de conductores?, bueno, déjalo). De vuelta de la mili, en 1966, el 14 de diciembre entré en la Caja del Sureste para atender las oficinas del campo. ¿Requisito? ¡Tener moto! Y con mi Vespa atendía las partidas de Matola, La Hoya, Las Bayas, La Marina El Derramador y Torrellano haciendo sustituciones. Me quisieron llevar a Murcia para atender las oficinas de la huerta pero a finales del 74 pasé como director a la oficina de Altabix en Elche y de allí a la del Puente de Altamira donde estuve once años. Año y medio en la de Reina Victoria y tres días en la oficina de Mariano Benlliure, pues sufrí un infarto y estuve casi un año de baja. Acabé en la 3065 con mi buen amigo Paco Antón de director. Después de ofrecerme la pre-jubilación un par de veces, y no aceptarla, con casi 63 años pasé a la jubilación parcial, vinculado tres días al mes a la entidad, hasta que en abril de 2006 pasé a la jubilación total. He tenido todo tipo de profesionales a mi lado pero los verdaderos amigos permanecen y son de todos los sitios por los que he pasado. En los momentos difíciles siempre han estado ahí. Estuve casado con Hermenegilda, natural de Pinoso, tuvimos un hijo que estudió en Madrid Ingeniería de Sistemas y se quedó allí trabajando de informático. Vivo solo ya que mi esposa falleció en julio de 2007. Los domingos voy a mi pueblo y cuando el tiempo lo permite, y lógicamente durante el verano, estoy en el apartamento de la playa.

  

¿Qué te parece la Asociación JubiCAM?
– Te remito a mi escrito “La buena opinión” publicado en el Boletín del mes de septiembre. Pero te resumo: Me ha dado vida, tanto por mis colaboraciones como por mi presencia en su local participando en las tertulias del senado, sus foros de debate, admiro a todos los que hacen aquí un trabajo desinteresado en pro de sus compañeros de forma altruista y generosa, incluido el entrevistador, es decir, esto es una maravilla.

   

¿Cómo ves el SIP de la Caja?
– Pues que es un cambio radical pero que viene con los nuevos tiempos. Me duele perder ese acercamiento de la entidad con sus clientes. También, creo, se irá perdiendo, o reduciendo, el compañerismo y el orgullo de pertenencia, pero parece que es necesario por la globalización y todo el entramado del sistema financiero. Antes se han producido otras muchas fusiones pero el resultado es que seguían siendo cajas más grandes. Ahora nacen los nuevos bancos y parece que es inevitable que sea así. Espero y deseo que sea para bien.

  

Para terminar, no hay más espacio, carta blanca para que nos digas lo que quieras:
– Tengo una afición poco conocida y es que salgo a buscar setas por el monte y hago muchos kilómetros para conseguirlas pero me compensa. Las conozco perfectamente y casi nunca tengo dudas, pero si fuera así, recién cogidas, les rayo con la uña la parte inferior y si no sale una raya roja no me arriesgo. Como siempre me ha gustado el monte estoy muy satisfecho de la creación de la sección de senderismo en JubiCAM y de la respuesta tan numerosa en la ruta ecológica del Xirivell con 60 participantes. Soy un apasionado del fútbol y de todos los equipos por donde he pasado, empezando por el de mi pueblo. Y acabo con una anécdota laboral: en Matola, entró a la oficina un cliente del campo (toda nuestra conversación en valenciano) –“Buenos días, usted dirá señor” y me respondió: –“Señor había uno y se lo cargaron”. Sin comentarios.

  

Agradecemos a nuestro compañero, el señor Gaspar, las facilidades para llevar a buen puerto la entrevista.

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