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Manuel Gisbert Orozco

 

DE TOT UN POC

(por Manuel Gisbert Orozco)


     Cuando yo estudiaba, el metro aún era: “aproximadamente la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre”.  Como esta definición no parece muy seria la sustituyeron por esta: “el metro es igual a 1.650.763,73 veces la longitud de onda, en el vacío, de la radiación correspondiente a la transición entre los niveles 2p10 y 5d5 del átomo de kriptón 86”. Esto aclara mucho el asunto y el tendero de la esquina ya no nos podrá engañar cuando nos venda un corte de traje.

     Nuestros antepasados, que todavía no sabían lo que era un metro, usaban para medir el “codo”, que era la distancia entre el codo y la punta de los dedos, y el “palmo” que todos sabemos lo que es. Medidas inexactas a todas luces, pues todos los palmos no son iguales y menos si lo comparamos con el de “Manotes” apodo de un alcoyano que tenía unas manos enormes.

     Los ingleses, que son muy suyos y si no no serían ingleses, se inventaron la yarda, que equivale a 914,3975 mm. redondeado después a 914,4mm para no complicar más las cosas. La yarda no es más que la longitud de un brazo desde el hombro hasta la punta de los dedos. Como no todos los brazos tienen la misma longitud, cogieron, supongo que un metro, y midieron el del rey que tenían por entonces, que Dios tenga en la gloria pero que ahora no recuerdo su nombre. Menos mal que no cogieron el brazo de Ricky Rubio, que según dicen mide más de un metro. Aunque a mí personalmente me daría lo mismo, pues no suelo frecuentar tal medida.

     Todo esto viene a cuento porque el maratón de las tres primeras olimpiadas de la era moderna se corrió sobre la distancia exacta de 42 km. Cuando llegó la cuarta, celebrada en el año 1908 precisamente en Londres, la maratón pasó a disputarse sobre la distancia 42,192 km.

     Sobre esta extraña distancia muchos han especulado si es el producto de la trasformación de los 42 km en un número redondo de yardas o millas, pero la respuesta es mucho más sorprendente. Cuando calcularon la situación de la meta, estaba algo alejada de la tribuna real y no se les ocurrió otra cosa que prolongar la carrera 192 metros para que terminase justo delante de donde estaban situados los reyes. Hubiera bastado adelantar la salida en esa distancia, pero hay cosas que a los ingleses no se les ocurre.

     Esta carrera se celebra en recuerdo de la que hizo, entre Maratón y Atenas, distantes 42 km., Tersipo, un soldado ateniense que murió por el esfuerzo tras anunciar la buena nueva de la victoria de los griegos sobre los persas en la famosa batalla de Maratón.

     Siempre me he preguntado qué necesidad tenía Tersipo para correr hasta la extenuación por dar una noticia que aparentemente podía esperar. Como leerán a continuación no era ese el caso.

     Actualmente aún hay muchos que consideran que fue Filípides y no Tersipo el que realizó esa carrera, pero el primero probablemente ni siquiera participó en la batalla. Cuando la guerra parecía inminente Filípides fue enviado a Esparta, la mayor potencia militar de Grecia, para solicitar su ayuda. Según Herodoto recorrió los 276 km. de distancia en menos de dos días, pues llegó: “el día después de salir de Atenas”. Durante siglos se ha considerado esa afirmación de Herodoto como una exageración, pues se consideraba imposible tal proeza aunque nadie se preocupó de comprobarlo. En 1982 tres militares ingleses hicieron el mismo recorrido en 36 horas.

     En Maratón se enfrentaron 11.000 atenienses y 25.000 persas, parte de estos de caballería. Durante días estuvieron enfrentados sin atreverse a atacar. Milcíades, porque esperaba la llegada de los espartanos para igualar algo la contienda y Darío porque ocupaba una posición de desventaja ya que la angosta llanura de Maratón no le permitía maniobrar y sacar ventaja de la caballería. Éste decidió embarcarla para dirigirla al puerto de Atenas, intentar rendir la población y en caso contrario volver a Maratón por tierra y atacar a los atenienses por la retaguardia.

     Milcíades supo que no podía esperar más. Después de tantos días sin noticias, suponía que la llegada de la flota persa a Atenas con parte de los combatientes haría creer a sus pobladores que había sido derrotado y la rendición sería inmediata. Los griegos iniciaron la batalla por sorpresa y atacando por primera vez a “paso ligero”. Los persas no pudieron reaccionar y reembarcaron sufriendo grandes pérdidas. Milcíades envió urgentemente a Tersipo con la buena nueva para evitar la rendición de la capital y para que resistieran hasta el regreso del ejército regular. Ancianos, mujeres y niños se encaramaron a las murallas para aparentar más soldados de los que en realidad eran y disuadir a los persas. La estratagema dio resultado y cuando estos conocieron la derrota en Maratón se retiraron. El sacrificio de Tersipo no resultó inútil.

     Yo de todas formas, después de las hazañas de Filípides y Tersito, no dejo de preguntarme: ¿Para qué carajo querían los griegos los caballos?

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