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SIN VICTIMIZACIÓN FEMENINA

(por Matías Mengual)

Matías Mengual

 

     En su obra Breve historia de todas las cosas, Ken Wilber, basándose en estudios recientes de prestigiosas investigadoras feministas, reconstruye escrupulosamente el estatus relativo de los hombres y de las mujeres en cada uno de los grandes estadios del desarrollo evolutivo del ser humano. Personalmente, me parecía interesante formarme una idea de la posición social de aquella gente en cada grupo o comunidad de los principales estadios y, de manera especial y en lo posible, aislar los factores que contribuyeron a establecer diferencias del respectivo estatus en cada época.

     Según dice Wilber, hace un millón de años existieron las sociedades recolectoras (también llamadas sociedades cazadoras). La población de estas tempranas tribus era de unas cuarenta personas y su esperanza de vida promedio de unos 22,5 años. Sus roles respectivos estaban rotundamente definidos, según se ha podido extraer: Casi en su totalidad, los hombres se ocupaban de la caza y las mujeres de la recolección y la crianza de los niños. Había tabúes muy fuertes, ligados sobre todo a la menstruación femenina, pero eso no llegó a traducirse en diferencia significativa de estatus.

     Una mujer embarazada puede utilizar un palo y garabatear con él a modo de azada. De manera que las madres eran tan capaces como los hombres de llevar a cabo las tareas hortícolas; y la caza recayó sobre el macho. Es decir, que no se prestaba especial atención a los valores de género: El trabajo de los hombres era el trabajo de los hombres y el trabajo de las mujeres era el trabajo de las mujeres y esos dos ámbitos nunca se entremezclaban. No existían sociedades matriarcales ni patriarcales: los hombres y las mujeres gozaban aproximadamente del mismo estatus. Apenas si existían posesiones. El hombre fornicaba y cazaba. La domesticación de la testosterona tardó en llegar; no se ejercía función paternal alguna; el parentesco se transmitía por línea materna. Dichas culturas tuvieron deidades femeninas.

     Posteriormente, fue la agricultura y no la caza la que proporcionó medios para trascender. El cambio de la azada por el arado tirado por animales parece haber tenido consecuencias realmente extraordinarias. Tanto los hombres como las mujeres decidieron, de un modo u otro, que la dura labor del arado era cosa de hombres. Había que evitar los abortos que las duras tareas causaban. Así que sólo los hombres eran reclutados para la defensa y sólo ellos asumían riesgos. El patriarcado fue una co-creación consciente. Con el gobierno del padre las relaciones sociales se organizaron. Fue la época conocida como la del varón productivo y la hembra reproductiva. El promedio de vida era ya de 25 años.

     Ciertamente, el dios o la diosa pueden tener un significado transpersonal más profundo, pero para la conciencia humana propia de ese periodo (entre los años -4000 y -2000) la imagen del dios pasó a ser masculina. Me refiero al periodo histórico donde las imágenes míticas solían representar realidades más prosaicas. Las relaciones sociales empezaron a organizarse en torno a las fuerzas básicas de la producción. El hombre comenzó a dominar la esfera pública, mientras que la mujer dominaba la esfera privada de la familia.

     El superávit agrícola liberó al hombre, sometido aún a la testosterona (fornicar o matar), y le llevó a emprender la tarea de construcción de los primeros grandes imperios militares, aglutinando tribus separadas y enfrentadas en un mismo orden social, dando lugar, con el racionalismo y la industrialización, a las modernas naciones estado.

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