Quien con facilidad miente,
quizás por necesidad,
no es cobarde ni valiente,
es un mentiroso más.
Aquél que miente con fe
tiene tal convencimiento,
que llega a mentir tan bien
que se lo acaba creyendo.
Y a mentiras inventar
los hay tan acostumbrados,
que cuando digan verdad
no habrá quien les haga caso.
Y mentirosos habrán,
quienes, como duda honrosa,
seguro que afirmarán
que su mentira es piadosa.
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Hay mentirosos brillantes
que mienten con elegancia
y otros son recalcitrantes
porque mienten más que hablan.
Y hay mentirosos, por cierto,
que no dejan de mentir,
cual si fuera su sustento
mentiras para vivir.
Los hay más espabilados,
que hacen de sus mentiras,
falsas promesas y engaños,
su propio modo de vida.
Los hay que son charlatanes,
con necesidad de hablar,
que concentran sus afanes
en ocultar la verdad.
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Y los hay que, aun no mintiendo,
echan mano de experiencia
y siempre acaban diciendo
solo la verdad a medias.
Y es la pura realidad,
se diga lo que se diga,
que el ocultar la verdad
es peor que la mentira.
Se dice que la mentira
tiene muy cortas las alas
y que con ella, en la vida,
se reduce la esperanza.
Mentirosos siempre habrán
de diversas condiciones,
que sin parar mentirán
y ojalá Dios les perdone.
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