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Abandonado en un cajero

 

 

Hasta ahora los vestíbulos o espacios destinados a los Cajeros 24 horas habían sido lugares proclives a cualquier situación, pero esta última, acaecida en una de nuestras oficinas en Orihuela Costa el pasado 7 de noviembre, es digna –desde luego- de figurar en un libro de records.

En esto de los cajeros –me refiero a los habitáculos, no a los colegas que ejercen tras la ventanilla- hay antecedentes poco positivos, como los que hemos visto hasta la saciedad repetidos en la televisión, aquella brutal paliza de la que fue objeto una pobre limosnera en tierras catalanas por parte de unos valientes y juveniles sujetos, luego identificados y muy justamente condenados. 

Y mucho más abundantes, muy frecuentes según la época, son los casos en que podemos encontrarnos a las ocho de la mañana con algún adormilado vagabundo que ha preferido pasar la noche en nuestro vestíbulo que hacerlo al raso de la ciudad. 

Pero el suceso del bebé es ciertamente original. Antes, los neonatos eran abandonados en el quicio de un buen portal, confiando en que lo encontraran personas de alta capacidad económica y social que asumieran la responsabilidad de hacer del recién nacido una persona con mejor fortuna que la que, probablemente, había sonreído a la parturienta madre.

 

 

 

Ahora que muchos de vosotros, pre y jubilados, dedicáis un cierto tiempo a cuidar –y a disfrutar- de vuestros nietos, aprovechando ese tiempo libre del que disponemos, y coincidiendo con que la revista Panorama en Azul dedica en su último número un reportaje a esta figura de los “abuelos canguros”, uniendo en la coctelera de mi magín todos estos sucedidos, pienso si la buena mujer que ha tenido la iniciativa de dejar al bebé ante la máquina expendidora de euros y facilitadora de otros servicios,  no habrá pensado que la gente que entra allí lo es adinerada en grado suficiente para hacerse cargo del mocoso y asegurarle un futuro digno. 

Para mas inri, que diría el castizo, la oficina de la CAM era la Urbana Playa Flamenca, y el cliente que encontró al rorro a las once de la noche y avisó a la policía municipal era un ciudadano belga; eso sí, la prensa no informó, que yo sepa,  si era francófono o flamencohablante. 

De tal suerte, la del lactante, que caiga ahora en el hogar donde caiga (parece ser que ha habido varias peticiones de adopción) será muy bienvenido y gozará de cariño y cuidados más adecuados que los que ofrece el granito del vestíbulo.

 Y debería ser NCR, Nixdorf o BULL –no sé la marca de las máquinas allí instaladas - quien lo apadrinara.

 

Por flamenco. O por flamenca.

 

                              toni.gil@ono.com

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