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     Por la izquierda

Este es un país con una autopista central que lo recorre transversalmente casi por completo. Dos carriles a ambos lados, escoltados por sendas franjas de verde césped, anchas, salpicadas de setos bien cortados. La curiosidad radica en que casi todos los vehículos circulan por la izquierda. En un primer momento creí que se trataba de eludir el carril derecho, algo mas deteriorado por el tráfico pesado, de evitar la gente que espera en el arcén a que alguien la transporte gratuitamente, de no tener que adelantar continuamente a alguna que otra camioneta, tractor o carro que de todo hay... no, nada de eso,  la cuestión es que allí esa es la vía preferente.

 

Si el guía de tu concertado circuito en autobús un día propone a los viajeros turistas salirse de lo previsto para hacer una interesante excursión, no incluida, a Santa Clara y te dice que vale el equivalente a diez dólares, no es que su agencia vaya a ingresar el importe anunciado, ni que te vaya a expedir un recibo por esa cantidad, no, nada de eso, es que guía y conductor se van a sacar un extra, un ingreso que, aquí llamaríamos negro, y allí es un dinero por la izquierda.

 

Si cuando visitas un museo, una de las vigilantas de sala te cuchichea que tiene unos mantelitos de ganchillo hechos artesanalmente por su abuela, y que te los vende a unos cinco pesos, no, no pienses que la venta se refleja en factura. Es otro ejemplo de dinero por la izquierda.

 

Si un contacto te ofrece el servicio de taxi de un familiar, y el coche tiene más de veinte años, el aire acondicionado es un ventilador que se enciende como una lamparilla de la mesilla de noche, los amortiguadores te recuerdan constantemente tus cervicales, los

asientos están pegajosos por el calor y

 

 

el uso, y el conductor te pide 40 pavos por el servicio que te ha prestado durante una mañana, no, no esperes un ticket, porque eso es, nuevamente, dinero que le entra por la izquierda.

 

Si te allegas a una playa no muy concurrida, fuera de las excursiones programadas, y te ofrecen unos chavales darte de comer a pie de playa langosta y camarones, y te atreves a confiar en ellos pese a que no veas ni siquiera un chiringuito en cien metros a la redonda; y si, sorpresivamente, te responden una hora después poniéndote una mesa desvencijada y cuatro sillas huérfanas y te traen cubiertos, taperguares, con lo ofrecido, caletentito, con arroz blanco salpicado de judías negras, plátano frito, ensalada, unas cervezas bien fresquitas -¡de dónde habrán salido!- y te piden como diez euros por persona, no pidas factura. Esos chicos se han ganado un dinero por la izquierda.

 

Si estás en el Meliá de Santiago (cinco exageradas estrellas) y en tu planta una mañana te encuentras un par de guardaespaldas formato armario recorriendo el pasillo y vigilando el ascensor, y les preguntas y te contestan que “hoy es una día especial”, y cuando ves las noticias en la tele, y en el hall del hotel hay una docena de señoras de la Federación de Mujeres que se han desplazado para esparcir las cenizas de su presidenta en la famosa sierra de la provincia, uno piensa, casi sin querer, que hay hoteles más modestos, aunque probablemente ésta sea la fórmula también bautizada alojamiento por la izquierda.

 

Así que si vas a Cuba, no te sorprendas, es un país sorprendente por otras muchas cosas; ten paciencia y piensa que cuando iban por la derecha quizá aún fue mucho peor.

 

toni.gil@ono.com

 

 

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