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Gaspar Llorca Sellés

    AMIGOS DE SIEMPRE



     Me lo contaron y me interesé en ello: Un grupo de paisanos de mi pueblo celebraba aniversarios de amigos muertos yendo al cementerio, y ante las tumbas de los fallecidos repasaban retales de sus vidas.

 

     Era una tarde de un día de octubre, gris y doliente, nostálgico y sentimental; los vi pasar, eran unos siete, no iban tristes como me había imaginado, lo que contrastaba con la escenografía que el clima les había montado. Dominaban los mayores si bien destacaba alguno de mediana edad. Sus voces y sus comentarios no eran tristes ni callados, no se dirigían a un velatorio, más bien a una reunión de amigos. Les seguí de lejos, y ya dentro del campo santo me situé en la parte posterior del nicho al que acudieron; era un buen observatorio, casi camuflado, y sus voces llegaban con claridad.

 

     1.- Juan, ya hace años que te fuiste, no creas que en tu ausencia hemos hecho muchas cosas; a nuestra edad la vida es muy monótona, y sin amor de seres queridos ni te digo. Lo bueno era aquello de los veinte, cuando nos enamorábamos todos los días; más tarde llegó María, tu compañera durante tanto tiempo. Aquella noche que te declaraste, para celebrarlo ¿recuerdas? nos fuimos de gandulas a Alicante y tu no mojaste, quisiste respetar tu nuevo estado de idiotez... se explayó Pedro.

 

     2.- Juanito, mira quien ha venido hoy con nosotros; sí, aquel que fue tu mejor amigo en tiempos de guerra; ¡sí, hombre!: el madriles, que ha vuelto a donde fue feliz; venía contando vuestras andanzas en la guerra, aquellas cuando sonaba la sirena y os poníais a la boca del refugio obstaculizando la entrada a las pobres mujeres atribuladas con sus hijos llorando, y dice que recuerda mucho aquella vez que tu soltaste un gato famélico dentro del refugio y le prendiste fuego al rabo, que se armó la de San Quintín, - se explicó Pepe.

 

     3.- Si, soy vuestro Carlitos el Gato, y juro ante los presentes -te incluyo- que nunca he olvidado el cariño que me deparaste en aquellos tiempos difíciles; tres años maravillosos e imborrables; fuimos hermanos que reían y lloraban juntos. Hace tiempo, una necesidad imperiosa de ver esta mi familia me ha hecho venir de México; quiero conocer a tus hijos, a tu mujer y reencontrarme con nuestras hermanas. Vengo con dos de mis hijos -tengo cuatro- para que os conocieran. Llegamos tarde. ¿Qué pasó que nos olvidamos de nosotros mismos?

 

     4.- Dejadme que le dé noticias actuales -exclamó Vicente-: Amigo, iba por el parte necrológico, aplacémoslo para la próxima. Te cuento lo de ayer: me fui con dos de la peña que aún quedan, Jaime y Toni, a un bar nuevo, tú no lo conoces, está por la Barbera, y nos tomamos unos nardos que estaban que levantaban un muerto –con perdón-, bueno, ahora se dice de puta madre, y no sé como apareciste tú en toda la conversación; no hablamos más que de ti, recordando aquellos ratos felices que pasamos juntos bajo el influjo de aquel bendito elixir. Esperemos, dijimos, repetirlo con nuestro Juanito en algún agujero negro de la eternidad. Íbamos por el tercer nardo.

 

     5.- ¿Te acuerdas de José? Si, aquel gran amigo que perdimos cuando se dejó tentar por la fortuna. El otro día me lo encontré por la calle en el momento que bajaba de su coche de gama alta, le hablé de ti y quise recordarle aquellos lejanos días de caza y puticlub. Me dejó con la palabra en la boca; tenía urgencias, pero aseguraría que huyó de mí, de ti y de aquellos ratos de amistad verdadera. Nunca le menguamos nuestro afecto, creo que sus ojos se humedecieron. Se expresó Quico.

 

     6.- ¿Sabes a quién he conocido? A un nieto tuyo, si. Hablando con él, no sé por qué me vino a la memoria aquella excursión que hicimos los del Liceo al Charco, a la finca de D. Salvador el Merescal, éramos los de cuarto o quinto de bachiller, si, los catorce o quince años, los mismos que ahora debe tener tu nieto; así que me vine a casa y rebusqué fotos antiguas y conseguí las que quería, allí estabas tú o ¿era él? Es exactamente igual a ti y no solamente en lo físico sino en sus modales y formas de ser, guasón, irónico y un poquito cabroncete. Expuso Gaspar.

 

     7.- Ahora me toca a mí, y es lo de siempre, te lo decía cuando estabas con nosotros. Como sigo pensando en lo mismo te lo vuelvo a recordar y es que este pueblo perdió una oportunidad, mejor dicho, a un hijo suyo, inteligente, sagaz, emprendedor, con miras de futuro; lo tenías todo y no quisiste emplear esas virtudes en beneficio de él; la política te horrorizaba, no te mojaste, como era tu obligación, en engrandecerlo y mejorar la vida de tus paisanos. Tus ideas eran maravillosas, nosotros te empujábamos, pero no había manera. ¿Cobardía?, ¿miedo?, ¿dejadez?, ¿conciencia cargada de prejuicios? Nunca lo supimos. Fue una lástima, y perdona mis manías, pero a este pueblo le voló esa gran ocasión en el caminar de su historia.

 

     De momento hablaban todos a la vez, conversación en la que el mismo muerto participa por medio de sus recuerdos. ¿Os acordáis del viaje a Valencia?, ¿de la vez en que casi nos llevan al cuartelillo?, ¿cuando cantábamos la Internacional en la dictadura y el Cara al Sol en la democracia? ¡Qué gamberros hemos sido! Y cuando fuimos a ver al Madrid; decían unos y otros; hasta el mismo pesimista apuntó que después de los casorios hubo un lapsus de tiempo que sus junteras disminuyeron con alarma...

 

     Abandoné el lugar con un pensamiento envidioso hacia aquel personaje que hasta después de muerto su amor y su influencia en sus amigos y los que le habían conocido, seguía viva.

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