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Ángel J. García Bravo

¡ABRIDME VUESTRA PUERTA!


     ¡Abridme vuestra puerta, amigos míos

y dejad que me siente a vuestra mesa!

     ¡Dadme, con vuestro pan y vuestro vino,

algo de comprensión y de consuelo!

     ¡Escuchadme tan solo unos instantes

para que pueda luego, confortado,

seguir buscando mi lejana meta!

     Traigo los pies llagados que, en mi surco,

entre el polvo y el barro, me han herido

aguzadas espinas… Que mis manos

me duelen de vacías… Que me azota

la noche con sus sombras inconcretas,

el gesto sorprendido de la luna

y un miedo de cuchillos y de sangre.

     El alma se me va por la corriente

de un no sé qué, que agosta mi esperanza.

     ¡Dejadme entrar en vuestra casa, amigos!

     Tengo sed de canciones y de rosas,

de vertientes abiertas a la vida,

de canción de nacientes manantiales

y promesas de amor y de milagros…

¡Abridme vuestra puerta, amigos míos

y dejad que me siente a vuestra mesa!

     ¡Dadme, con vuestro pan y vuestro vino,

algo de comprensión y de consuelo!

     ¡Escuchadme tan solo unos instantes

para que pueda luego, confortado,

seguir buscando mi lejana meta!

     Traigo los pies llagados que, en mi surco,

entre el polvo y el barro, me han herido

aguzadas espinas… Que mis manos

me duelen de vacías… Que me azota

la noche con sus sombras inconcretas,

el gesto sorprendido de la luna

y un miedo de cuchillos y de sangre.

     El alma se me va por la corriente

de un no sé qué, que agosta mi esperanza.

     ¡Dejadme entrar en vuestra casa, amigos!

     Tengo sed de canciones y de rosas,

de vertientes abiertas a la vida,

de canción de nacientes manantiales

y promesas de amor y de milagros…

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