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SAN ANDRES DE TEIXIDO,

 DONDE VAI DE MORTO QUEN NON FOI DE VIVO
(por Kiko Díaz)

   

     En Galicia, los gallegos ya se están preparando para recibir a los miles, millones de peregrinos que llegarán a Santiago de Compostela para celebrar el próximo año la visita al Apóstol, el Año Jubilar, el Año Santo.

 

     Mientras todo el mundo cristiano se preocupa en visitar Santiago durante esta celebración, los gallegos están más preocupados en vida en hacer otra romería a un lugar muy diferente, a San Andrés de Teixido, pues irán de muertos, si no van de vivos.

 

     Al norte de la provincia de A Coruña, en la abrupta sierra de la Capelada, paisaje agreste donde existe los caballos salvajes, entre riachuelos y acantilados de los mayores que hay en Europa, se encuentra la ermita, del siglo XVI, construida sobre otra anterior del siglo XII. Lugar donde vienen los peregrinos para la salvación del alma “para el otro mundo”, porque como dice la leyenda, a la que vai de morto quen non foi de vivo.

 

     Si la romería no se ha hecho en vida, entonces el alma del difunto la hará reencarnado en algún animal: sapos, pájaros, hormigas, lagartos y demás fauna. Por lo que los romeros se cuidan mucho de que los animales que se encuentran en su peregrinaje lleguen hasta el santuario en perfecto estado para visitar al santiño.

 

     Cuentan los lugareños que la manera más singular de hacer la romería es ir acompañando a un muerto. Algunos días antes de la partida se le va a buscar al cementerio, diciéndole que se prepare para tal día hacer la romería. Dicen que hay que golpear el suelo con el pie y llamar al difunto por su propio nombre. El día de la peregrinación se supone que se une el alma del difunto. Durante el camino incluso se le da conversación. Terminado el peregrinaje, se vuelve acompañando al alma del difunto hasta el cementerio. Esta creencia está tan arraigada que incluso si los romeros van en coche se les deja un sitio en el mismo. El sacristán de la Real Basílica de Santa María de Pontevedra, mi amigo Antonio, me contaba que cuando organizan romerías en autobús a San Andrés se venden todas las plazas; lo curioso es que el día de la salida la mitad de los asientos van ocupados por las personas y la otra mitad van vacíos, suponiendo que son ocupados por las ánimas que no han podido hacer la romería en vida.

 

    Tal poder de convocatoria lo explica Murguía, marido de Rosalía de Castro, en una bonita leyenda. Manuel Murguía escribe que iba el Señor acompañado por San Pedro y acertó a pasar por estos solitarios e inhóspitos parajes de la costa coruñesa. Ambos estaban cansaos y sedientos, pero allí no había más agua que la del bravo océano, por lo que el Señor imploró a Dios que le proporcionase algo que aliviase su sed. El cielo envió de inmediato una manzana al Señor, y, al partirla en dos para darle la mitad a San Pedro, apareció San Andrés en persona. Para él fue su gran oportunidad, y el Santo de Teixido supo aprovecharla. Confesó a Jesús lo apenado que estaba por encontrarse en lugar tan solitario y apartado del mundo, lo que hacía que nadie fuese a verle. En cambio, al Apóstol Santiago iban a visitarle desde todos los confines de la tierra. El Señor, compadecido de la soledad de San Andrés, le prometió que en su honor se celebraría una romería que sería una de las más conocidas de Galicia y a su santuario irían a rendirle homenaje peregrinos de los sitios más remotos, y que nadie, ni vivo ni muerto, dejaría de visitarle.

 

     Al Santo se le pide para calmar las dolencias, para que proteja el ganado y dé buenas cosechas, para curar los males de amores… Se peregrina a San Andrés para pedirle imposibles, pero que él concede. Al entrar al santuario se visita y se reza al Santo representado en una bella talla italiana renacentista, toda dorada, que en el pecho contiene la reliquia, un dedo del Santo. Tras oír la misa, vienen otros ritos que proceden de la cultura celta. Hay que beber agua de la fuente de los tres caños, y después hay que tentar al Santo para comprobar si ha tenido a bien escuchar nuestras súplicas; basta con arrojar un trozo de pan al agua y, si flota, no hay duda de que San Andrés ha prestado oídos al romero y le concederá, con toda seguridad, lo que le ha pedido. Si se hunde, hay que volver a intentarlo al año siguiente.

 

     Otra costumbre es la de llevarse una “rosca del santo”. Son coronas de varas de avellano o de tejo (teixo en gallego y posiblemente de ahí el nombre de Teixido), y en las que se introducen cintas de colores e imágenes o figuras de santos hechas con migas de pan y coloreadas con vivos tonos. Estas coronas las tiene el romero en su casa como testimonio de su paso por el santuario.

 

     También es tradición no sólo alimentar el alma, sino también el cuerpo. Para ello las sabrosas empanadas de bacalao, de raxo, pulpo, tortillas… y vino, mucho vino para alegrar a los romeros. Y como colofón, buenos “grolos” de aguardiente.

 

     Aunque la romería de San Andrés de Teixido se celebra durante todo el año, es el 8 de septiembre la fecha más tradicional y concurrida. Obviamente, ha perdido en la actualidad parte de su sabor ritual. Ahora los peregrinos no van a pie o de rodillas, los caminos no son intrincados ni pedregosos… pero lo que es verdaderamente milagroso es que este punto lejos de las rutas convencionales, donde debió situarse alguna divinidad pagana en tiempos lejanos, siga siendo en la actualidad, lo que alguien llamó el imán espiritual de los gallegos.

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