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       Intergeneraciones: Conclusiones de un trabajo sobre Intergeneraciones

INTERGENERACIONES

Conclusiones del trabajo de Antonio Ariño, Rafael Castelló y Ramón Llopis

Para la Obra Social – Caja Mediterráneo

 

El aumento de la esperanza de vida ha sido uno de los aspectos demográficos más significativos del siglo XX. Desde una media de 34 años a primeros de siglo, los españoles han pasado hasta casi los 80 a comienzos del XXI.

 

Ello supone una prolongación de la coexistencia entre las distintas generaciones con un impacto directo en la vida cotidiana y en las relaciones familiares y sociales.

 

Analizar estas relaciones, reflexionar sobre las potenciales fricciones y buscar soluciones, es el trabajo que los profesores Antonio Ariño, Rafael Castelló y Ramón Llopis han realizado por encargo de la CAM

 

Esperamos y deseamos que esta aportación sea útil para todos.

 

Caja Mediterráneo

 

CONCLUSIONES

 

1.- La exploración en fuentes estadísticas ha registrado los profundos cambios experimentados por las sociedades valenciana y murciana, en las últimas décadas, tanto en lo relativo a las tendencias demográficas, como educativas, laborales y familiares. En breve, puede afirmarse que asistimos a un incremento de número de hogares, pero también a una reducción de su tamaño, a un crecimiento del número de hogares unipersonales y de hogares homoetarios. Por tanto, a una reducción de la intergeneracionalidad.

 

2.- Los hogares, en tanto que espacios intergeneracionales, eran y continúan siendo espacios de transferencias y de solidaridad intergeneracional. Especialmente, eran la fuente de apoyo para los procesos de dependencia. Eso significa que las mujeres dedicadas a las tareas del hogar (amas de casa) se ocupaban de cuidar a los dependientes. Los datos presentados muestran que justamente cuando crece la dependencia por envejecimiento demográfico, alargamiento de la esperanza de vida, decrece el número de amas de casa y por tanto el potencial de cuidado en el hogar.

 

3.- Por otra parte, las nuevas condiciones laborales y de residencia cambian radicalmente las disponibilidades de recursos para cuidar en general y las formas de vinculación social en particular. La necesidad de dos salarios para llevar adelante un hogar, reduce el tiempo disponible para atender al hogar; el imperativo de autorrealización lanza a las personas más allá de sus vínculos dados a la construcción de vínculos elegidos; las nuevas pautas residenciales socavan las relaciones de vecindad precedentes. Como dice Ulrich Beck, en las sociedades modernas la paleta de los contactos aumenta, “pero su pluralidad también los hace más fugaces y las limita más fácilmente a la superficialidad”.

 

4.- Los grupos de discusión han dado cuenta también de estos cambios, pero desde la perspectiva de la vivencia o experiencia de los agentes sociales. En ellos, se ha registrado tanto el carácter rápido del cambio experimentado, su percepción como desorganización o cambio sin control, como dos rasgos prototípicos del mismo: la individualización de las relaciones sociales y la tendencia a la homoetariedad (es decir, a las relaciones entre pares, horizontales, laterales, más que a las verticales)

 

5.- La individualización significa instaurar la primacía de la autorrealización personal sobre el grupo; comporta, por ejemplo, un respeto sacral al tiempo de estudio de los hijos y a sus oportunidades vitales; requiere que las relaciones sean elegidas y sean elegidas de acuerdo con criterios de afinidad para que generen satisfacción vital.

 

6.- La homoetariedad se deriva tanto de procesos estructurales como electivos: la sociedad se organiza mediante criterios de edad, de manera que desde edades tempranas los niños y niñas pasan la mayoría del tiempo diario con sus iguales de edad (guardería, escuela, instituto, universidad); por otra parte, las afinidades electivas, aunque no se reduzcan a criterios de edad, progresan entre los pares de edad.

 

7.- En estas condiciones, todos los grupos coinciden en señalar las carencias de comunicación y de vinculación social intergeneracional, pero al mismo tiempo reconocen la dimensión positiva del proceso: que esa situación de homoetariedad expresa la búsqueda de relaciones libres, de afinidad, satisfactorias, frente a relaciones impuestas, de autoridad, rechazadas.

 

8.- Dada esta situación, aparece una tendencia en todos los grupos a identificar y reducir la solidaridad intergeneracional a solidaridad intergeneracional familiar, identifican la categoría que carece de relaciones con las personas mayores, y reducen las necesidades al problema de la soledad.

 

9.- En los grupos no se ve la necesidad de una figura profesional dedicada a facilitar y propiciar las relaciones intergeneracionales: se considera algo forzado, postizo, impostado, que tendría escasa aceptación. Ello se debe a que si bien existe fragmentación de edades, nadie percibe la existencia de un conflicto de edades, en el cual se deberían tender puentes.

 

10.- El análisis del discurso de los grupos, del mismo modo que el análisis previo a los datos estadísticos, muestra que nos encontramos en una coyuntura histórica en la que conviven generaciones (como contemporáneas) que pertenecen a cohortes y socializaciones distintas (no son coetáneas) y, por tanto, este decalage corre en contra de la intergeneracionalidad.

 

11.- ¿Se deriva de ello, entonces, que no cabe actuación en este campo? ¿qué debe dejarse actuar a la lógica de la fragmentación etaria sin intervención? La experiencia demuestra que la oferta también crea la demanda. Éste es un hecho constatado en el caso de los servicios sociales.

 

12.- Por tanto, proponemos la introducción del mediador intergeneracional como un monitor animador de actividades culturales y de ocio en espacios ya existentes, como los centros de sociabilidad de personas mayores, las casas de cultura, etc. que aborde proyectos desde una perspectiva intergeneracional.


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